"...-Iré por la vida como si fuera un muerto. Así veo la vida, como un gran desierto amarillo.
-¿No le preocupa esa situación?
-¿Para qué? Es tan grave la vida. Hace un momento me pareció que lo que había hecho estaba previsto hace diez mil años; después creí que el mundo se abría en dos partes, que todo se tornaba de un color más puro y los hombres no éramos tan desdichados.
Una sonrisa pueril apareció en el rostro de Vitri. Dijo:
-¿Le parece a usted?
-Sí, alguna vez sucederá eso... sucederá que la gente irá por la calle preguntándose los unos a los otros: ¿Es cierto esto, es cierto?
-Usted, dígame, ¿usted nunca ha estado enfermo?
Comprendí lo que él pensaba y sonriendo continué:
-No... ya se lo que usted cree... pero escúcheme... yo no estoy loco. Hay una verdad, sí... y es que yo sé que siempre la vida va a ser extraordinariamente linda para mí. No se si la gente sentirá la fuerza de la vida como la siento yo, pero en mí hay una alegría, una especie de inconsciencia llena de alegría.
Una súbita lucidez me permitía ahora discernir los móviles de mis acciones anteriores, y continué:
-Yo no soy un perverso, soy un curioso de esta fuerza enorme que está en mí...
-Siga, siga...
-Todo me sorprende. A veces tengo la sensación de que hace una hora que he venido a la tierra y de que todo es nuevo, flamante, hermoso. Entonces abrazaría a la gente por la calle, me pararía en medio de la vereda para decirles: ¿Pero ustedes por qué andan con esas caras tan tristes? Si la Vida es linda, linda... ¿no le parece a usted?
-Sí...
-Y saber que la vida es linda me alegra, parece que todo se llenara de flores... dan ganas de arrodillarse y darle las gracias a Dios, por habernos hecho nacer.
-¿Y usted cree en Dios?
-Yo creo que Dios es la alegría de vivir. ¡Si usted supiera! A veces me parece que tengo un alma tan grande como la iglesia de Flores... y me dan ganas de reír, de salir a la calle y pegarle puñetazos amistosos a la gente
-Siga...
-¿No se aburre?
-No, siga.
-Lo que hay, es que esas cosas uno no se las puede decir a la gente. Lo tomarían por loco. Y yo me digo: ¿Qué hago de esta vida que hay en mí? Y me gustaría darla... regalarla... acercarme a las personas y decirles: ¡Ustedes tienen que ser alegres! ¿Saben?, Tienen que jugar a los piratas... tener ciudades de mármol... reírse... tirar fuegos artificiales.
Arsenio Vitri se levantó y, sonriendo, dijo:
-Todo esto está muy bien, pero hay que trabajar. ¿En qué puedo serle útil?
Reflexioné un instante, luego:
-Vea; yo quisiera irme al Sur... al Neuquén... allá donde hay hielos y nubes... y grandes montañas... quisiera ver la montaña...
-Perfectamente: yo le ayudaré y le conseguiré un puesto en Comodoro; pero ahora váyase porque tengo que trabajar. Le escribiré pronto... ¡Ah!, y no pierda su alegría; su alegría es muy linda...
Y su mano estrechó fuertemente la mía. Tropecé con una silla... y salí."
Este es el final de la breve novela de Arlt, que narra la vida errante de un joven que no encuentra el rumbo. Sobre el final, su actitud cambia y un hecho puntual (delata un plan para cometer un delito) cambia su visión de la vida, y su vida misma.
El Duque