miércoles, 11 de julio de 2012

El Rock Nacional en el Cine: la Trilogía



HASTA QUE SE PONGA EL SOL (1973)  Dirección: Aníbal E. Uset 

Estrenado en febrero de 1973, el primer filme documental sobre el aún en gestación (a pesar de sus 6 o 7 años de vida) movimiento de Rock Nacional o Música Progresiva (denominación acuñada en ese entonces) nos muestra un abanico de musicalidades y estilos que resulta llamativo para la época, aún en el marco del rock anglosajón, que ya gozaba de buena salud y llenaba grandes estadios. Rodado en las actuaciones correspondientes al BA Rock III de 1972, realizado en las afueras del estadio del club Argentinos Juniors, y en otros escenarios como el mítico Teatro Olimpia, el registro nos pasea por actuaciones de grupos como Color Humano, La Pesada, Orion´s Beethoven, Gabriela, Litto Nebbia, León Gieco, Sui Generis, Arco Iris, Vox Dei, Pescado Rabioso (con la mejor performance en vivo de todas las que aparecen) y Pappo´s Blues. 


Las imágenes de aquellas bandas pioneras en acción resultan hoy exquisitas para quien desea desentrañar como vino la mano desde su propia génesis. La película es tal vez el más fehaciente documento (además de los discos, claro está) sobre aquellos primeros pasos. La sensación que da es la de una cultura naciente que, a pesar de las deficiencias técnicas y “profesionales”, se abría paso en la sociedad de esa época. La pantalla nos muestra una juventud totalmente emancipada de la generación predecesora, en un país que, sin saberlo, en pocos meses entraría en su historia más dramática y sangrienta. Como un escalofriante anuncio, el sol se pondría finalmente. En la pantalla, al finalizar la película. Para el país, al acrecentarse la violencia política que engendraría el trágico Proceso de Reorganización Nacional.

ESECENA IMPERDIBLE: En un genial sketch, Pescado Rabioso camina por un barrio, teniendo la desgracia de pasar justo delante de la mira de un terrorista que se dispone a liquidar a un personaje siniestro que baja de un lujoso (sic) Ford Fairlane. El que recibe el tiro en el abdomen es un ultraflaquito David Lebón, que amenaza al asesino con “meterlo en cana”, mientras se acomoda las tripas.







B.A. ROCK, ADIÓS A LA PÁLIDA (1983)  Dirección: Héctor Olivera

Los oscuros años castrenses estaban por terminar. Se respiraba en el aire que la democracia retornaría por fin a la Argentina, luego de la derrota en Malvinas, que desacreditó aún más la paupérrima imagen que del régimen militar ya tenía la sociedad. El Rock Nacional, otrora censurado, subversivo y amoral, hoy se permitía realizar un festival en las canchas de rugby de Obras Sanitarias durante los cuatro sábados de octubre de ese 1982. El retorno del B.A. Rock, en su cuarta edición fue bien documentado por el film a pesar de que en esas jornadas ocurrieron muchas cosas más que las que muestra hoy la pantalla. Nos encontramos con un movimiento afianzado, con rasgos de masividad que antes no tenía.

La película comienza con una imagen parrillera, bien argentina; y de fondo cuatro amigos guitarreando con sus correspondientes vasos de vino tinto. Los amigos no son otros que León Gieco, Raúl Porchetto, Piero (¿?) y Miguel Cantilo. Cantan “El Rey Lloró”, de Los Gatos. Primer homenaje a la historia. Cuando el foco pasa al festival, aparece una intensa interpretación de Rutas Argentinas, de Almendra, en los dedos de Héctor Starc y David Lebón. Segunda referencia al glorioso pasado.

Alternando imágenes de backstage, con entrevistas y dramatizaciones (recursos usados también en la anterior película), Adiós a la Pálida nos ofrece las actuaciones de artistas tan dispares como V8, Piero, Raúl Porchetto, Riff, Pedro y Pablo, Alejandro Lerner, León Gieco, Spinetta Jade, Orions (suprimieron el Beethoven y se volvieron más “blanditos” con su hitazo “Hasta que salga el sol”), La Torre, Litto Nebbia, Los Abuelos de La Nada (con un jovencísimo Andrés Calamaro), Rubén Rada, Cantilo y Punch finalizando con el mismo cuarteto que empezó el filme: Solo le pido a Dios interpretado por la cumbre Gieco-Cantilo-Piero (¿? Perdón por insistir)-Porchetto. El mensaje hoy se ve más claro. La sociedad amanecía del ostracismo, por fin.

ESCENA IMPERDIBLE: Otra dramatización. La cámara entra aun taller mecánico donde cuatro individuos, vestidos de cuero bien rockero, arreglan una coupé de carrera mientras debaten entre si en un idioma incomprensible. Se trataba de Riff, siempre apelando al simbolismo rock-fierros. La escena fue rescatada por Que Sea Rock (2006).







QUE SEA ROCK (2006)  Dirección: Sebastián Schindel.

Más de veinte y treinta años después de sus predecesoras, esta película se muestra como heredera de aquellas. Hasta podría decirse que, además de homenajear al rock, el filme homenajea a esas dos películas anteriores. El cine se vuelve autorreferencial, se tematiza a si mismo. Desde el comienzo aflora esa característica, cuando se repasan imágenes de Hasta que se ponga el Sol y de BA Rock, a modo de “introducción” a lo que está por venir. Y durante la película la hipótesis se comprueba: León Gieco dobla su actuación de aquel B.A. Rock III, en emotivo montaje; se incluyen escenas y recortes de Adiós a la Pálida (el mencionado pasaje de Riff, declaraciones de Miguel Cantilo, etc.) y especialmente se mezclan casi imperceptiblemente imágenes de aquellas juventudes, con imágenes de nuestra actual juventud, en lo que podemos definir como 3ª tópico: el público. Es curioso este punto, porque quien no vio las anteriores películas puede no notar el montaje atemporal que realizó el director. Llegamos así a un primer acercamiento al recorrido del filme. El trío ROCK-CINE-PÚBLICO guía las imágenes de manera dinámica: ningún elemento es exclusivo. Son interdependientes y tienen roles intercambiables, a veces unos son vehículos para hacer foco en el otro y viceversa.

En la pantalla aparece un recorte importante de la escena actual del Rock Nacional. Sin embargo es difícil (imposible tal vez) abarcar, hoy, la totalidad de un movimiento que se ha masificado a un nivel que aquellos soñadores que se juntaban a zapar en La Cueva no sospecharon jamás.  Así el director nos muestra algunos minutos (sorprende el grado de equidad que mantiene para repartir el tiempo) de bandas como Las Pelotas, Catupecu Machu, Árbol, Attaque 77, Almafuerte, Ratones Paranoicos, Babasónicos, Los Piojos, La Vela Puerca, Intoxicados y Bersuit Vergarabat; y a solistas importantes como el omnipresente León Gieco (único artista presente en las tres películas), Fito Páez, Gustavo Cerati, Gustavo Santaolalla, Andrés Calamaro y Charlie Garcia. Aparecen linealmente, con un orden claro. Haciendo foco en distintos aspectos de los artistas, la película juega con las emociones del espectador. Ver a Fito contarnos sus experiencias de juventud en Rosario mientras toca temas de Spinetta en su piano, ver a Catupecu Machu trabajar en su estudio comandado por Gabriel Ruiz Díaz o ver a Charlie García grabando en el estudio y pidiendo que un coro entre “dos semicorcheas antes” a quienes amamos esta música nos conmovió. Sin embargo nos quedamos con ganas de más. Hay artistas que generan interés y aportan detalles interesantes (Piti de Intoxicados, Adrián Dárgelos de Babasónicos, o Germán Dafunchio de Las Pelotas, entre otros), pero hay momentos en los que el film se torna largo y denso, en los que la información deja de aparecer, tan importante en el género documental, y uno piensa “que pase el que sigue”, tal vez porque el orden de las bandas es aleatorio. Un dato a tener en cuenta: quedan a la vista las diferencias no solo musicales, sino también profesionales de las bandas. Viendo en relación uno se da cuenta por qué Babasónicos está donde está en la escena local o por qué Los Piojos entraron a la categoría de “banda de estadio”, por ejemplo.

En fin, Que Sea Rock nos pasea por una gran porción de lo que es hoy este movimiento que conmueve a comunicadores de toda Latinoamérica. Decimos “gran porción” porque no podemos pasar por alto que faltan pesos pesados del Rock Nacional: falta La Renga (una de las bandas más populares del país en aquel momento), falta Luis Alberto Spinetta (padre fundador del Rock acá), faltan el Indio Solari y Skay Beilinson (en el pasado comandantes del fenómeno llamando Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, en 2006 ya solistas en actividad y con un alto grado de convocatoria), y falta Divididos (la aplanadora de esta historia). 


La masividad con la que cuenta el Rock Argentino en este nuevo milenio no presenta fisuras. El género crece, las bandas surgen una tras otra y el público se multiplica. Por eso, cuando algunos consideran a Que Sea Rock como el fin de la saga, a modo de trilogía, no podemos aventurarnos a acuñar tal epíteto. Los cineastas pueden dormir tranquilos, que por décadas tendrán en el Rock Nacional mucho material que documentar. Por suerte.

ESCENA IMPERDIBLE I: Imágenes de archivo. En un estudio de grabación, Juanse de los Ratones Paranoicos y el gran Pappo juegan con un oso de peluche, saltan, ríen, cantan para terminar desparramados en el suelo. Pappo no puede levantarse, se ríe, y todos nos reímos con él.

ESCENA IMPERDIBLE II: Piti de Intoxicados. Recorre en un remís su barrio y tiene problemas para decirle al remisero para donde tiene que doblar.