HASTA QUE SE PONGA EL SOL (1973) Dirección:
Aníbal E. Uset
Estrenado en
febrero de 1973, el primer filme documental sobre el aún en gestación (a pesar
de sus 6 o 7 años de vida) movimiento de Rock Nacional o Música Progresiva
(denominación acuñada en ese entonces) nos muestra un abanico de musicalidades
y estilos que resulta llamativo para la época, aún en el marco del rock
anglosajón, que ya gozaba de buena salud y llenaba grandes estadios. Rodado en
las actuaciones correspondientes al BA Rock III de 1972,
realizado en las afueras del estadio del club Argentinos Juniors, y en otros
escenarios como el mítico Teatro Olimpia, el registro nos pasea por actuaciones
de grupos como Color Humano, La Pesada, Orion´s Beethoven, Gabriela, Litto
Nebbia, León Gieco, Sui Generis, Arco Iris, Vox Dei, Pescado Rabioso (con la
mejor performance en vivo de todas las que aparecen) y Pappo´s Blues.
Las imágenes de aquellas bandas pioneras en acción resultan hoy exquisitas para quien desea desentrañar como vino la mano desde su propia génesis. La película es tal vez el más fehaciente documento (además de los discos, claro está) sobre aquellos primeros pasos. La sensación que da es la de una cultura naciente que, a pesar de las deficiencias técnicas y “profesionales”, se abría paso en la sociedad de esa época. La pantalla nos muestra una juventud totalmente emancipada de la generación predecesora, en un país que, sin saberlo, en pocos meses entraría en su historia más dramática y sangrienta. Como un escalofriante anuncio, el sol se pondría finalmente. En la pantalla, al finalizar la película. Para el país, al acrecentarse la violencia política que engendraría el trágico Proceso de Reorganización Nacional.
Las imágenes de aquellas bandas pioneras en acción resultan hoy exquisitas para quien desea desentrañar como vino la mano desde su propia génesis. La película es tal vez el más fehaciente documento (además de los discos, claro está) sobre aquellos primeros pasos. La sensación que da es la de una cultura naciente que, a pesar de las deficiencias técnicas y “profesionales”, se abría paso en la sociedad de esa época. La pantalla nos muestra una juventud totalmente emancipada de la generación predecesora, en un país que, sin saberlo, en pocos meses entraría en su historia más dramática y sangrienta. Como un escalofriante anuncio, el sol se pondría finalmente. En la pantalla, al finalizar la película. Para el país, al acrecentarse la violencia política que engendraría el trágico Proceso de Reorganización Nacional.
ESECENA IMPERDIBLE: En un genial sketch, Pescado Rabioso camina por un barrio, teniendo la
desgracia de pasar justo delante de la mira de un terrorista que se dispone
a liquidar a un personaje siniestro que baja de un lujoso (sic) Ford Fairlane. El que recibe el tiro en el abdomen es un ultraflaquito David Lebón, que amenaza al
asesino con “meterlo en cana”, mientras se acomoda las tripas.
B.A. ROCK, ADIÓS A LA PÁLIDA (1983) Dirección: Héctor Olivera
Los
oscuros años castrenses estaban por terminar. Se respiraba en el aire que la
democracia retornaría por fin a la Argentina, luego de la derrota en Malvinas,
que desacreditó aún más la paupérrima imagen que del régimen militar ya tenía
la sociedad. El Rock Nacional, otrora censurado, subversivo y amoral, hoy se
permitía realizar un festival en las canchas de rugby de Obras Sanitarias
durante los cuatro sábados de octubre de ese 1982. El retorno del B.A. Rock, en
su cuarta edición fue bien documentado por el film a pesar de que en esas
jornadas ocurrieron muchas cosas más que las que muestra hoy la pantalla. Nos
encontramos con un movimiento afianzado, con rasgos de masividad que antes no
tenía.
La película
comienza con una imagen parrillera, bien argentina; y de fondo cuatro amigos
guitarreando con sus correspondientes vasos de vino tinto. Los amigos no son
otros que León Gieco, Raúl Porchetto, Piero (¿?) y Miguel Cantilo. Cantan “El
Rey Lloró”, de Los Gatos. Primer homenaje a la historia. Cuando
el foco pasa al festival, aparece una intensa interpretación de Rutas
Argentinas, de Almendra, en los dedos de Héctor Starc y David Lebón. Segunda
referencia al glorioso pasado.
Alternando
imágenes de backstage, con entrevistas y dramatizaciones (recursos usados también
en la anterior película), Adiós a la Pálida nos ofrece las actuaciones de
artistas tan dispares como V8, Piero, Raúl Porchetto, Riff, Pedro y Pablo,
Alejandro Lerner, León Gieco, Spinetta Jade, Orions (suprimieron el Beethoven y
se volvieron más “blanditos” con su hitazo “Hasta que salga el sol”), La Torre,
Litto Nebbia, Los Abuelos de La Nada (con un jovencísimo Andrés Calamaro), Rubén
Rada, Cantilo y Punch finalizando con el mismo cuarteto que empezó el filme:
Solo le pido a Dios interpretado por la cumbre Gieco-Cantilo-Piero (¿? Perdón
por insistir)-Porchetto. El mensaje hoy se ve más claro. La sociedad amanecía
del ostracismo, por fin.
ESCENA IMPERDIBLE: Otra dramatización. La cámara entra aun taller mecánico
donde cuatro individuos, vestidos de cuero bien rockero, arreglan una coupé de
carrera mientras debaten entre si en un idioma incomprensible. Se trataba de
Riff, siempre apelando al simbolismo rock-fierros. La escena fue rescatada por Que Sea Rock (2006).
QUE SEA ROCK (2006) Dirección:
Sebastián Schindel.
Más
de veinte y treinta años después de sus predecesoras, esta película se muestra
como heredera de aquellas. Hasta podría decirse que, además de homenajear al
rock, el filme homenajea a esas dos películas anteriores. El cine se vuelve
autorreferencial, se tematiza a si mismo. Desde el comienzo aflora esa
característica, cuando se repasan imágenes de Hasta que se ponga el Sol y de BA
Rock, a modo de “introducción” a lo que está por venir. Y durante la película
la hipótesis se comprueba: León Gieco dobla su actuación de aquel B.A. Rock
III, en emotivo montaje; se incluyen escenas y recortes de Adiós a la Pálida
(el mencionado pasaje de Riff, declaraciones de Miguel Cantilo, etc.) y especialmente
se mezclan casi imperceptiblemente imágenes de aquellas juventudes, con
imágenes de nuestra actual juventud, en lo que podemos definir como 3ª tópico:
el público. Es curioso este punto, porque quien no vio las anteriores películas
puede no notar el montaje atemporal que realizó el director. Llegamos así a un
primer acercamiento al recorrido del filme. El trío ROCK-CINE-PÚBLICO guía las
imágenes de manera dinámica: ningún elemento es exclusivo. Son
interdependientes y tienen roles intercambiables, a veces unos son vehículos
para hacer foco en el otro y viceversa.
En
la pantalla aparece un recorte importante de la escena actual del Rock
Nacional. Sin embargo es difícil (imposible tal vez) abarcar, hoy, la totalidad
de un movimiento que se ha masificado a un nivel que aquellos soñadores que se
juntaban a zapar en La Cueva no sospecharon jamás. Así el director nos muestra algunos minutos
(sorprende el grado de equidad que mantiene para repartir el tiempo) de bandas
como Las Pelotas, Catupecu Machu, Árbol, Attaque 77, Almafuerte, Ratones
Paranoicos, Babasónicos, Los Piojos, La Vela Puerca, Intoxicados y Bersuit
Vergarabat; y a solistas importantes como el omnipresente León Gieco (único
artista presente en las tres películas), Fito Páez, Gustavo Cerati, Gustavo
Santaolalla, Andrés Calamaro y Charlie Garcia. Aparecen linealmente, con un
orden claro. Haciendo foco en distintos aspectos de los artistas, la película
juega con las emociones del espectador. Ver a Fito contarnos sus experiencias
de juventud en Rosario mientras toca temas de Spinetta en su piano, ver a
Catupecu Machu trabajar en su estudio comandado por Gabriel Ruiz Díaz o ver a
Charlie García grabando en el estudio y pidiendo que un coro entre “dos semicorcheas
antes” a quienes amamos esta música nos conmovió. Sin embargo nos quedamos con
ganas de más. Hay artistas que generan interés y aportan detalles interesantes
(Piti de Intoxicados, Adrián Dárgelos de Babasónicos, o Germán Dafunchio de Las
Pelotas, entre otros), pero hay momentos en los que el film se torna largo y
denso, en los que la información deja de aparecer, tan importante en el género
documental, y uno piensa “que pase el que sigue”, tal vez porque el orden de
las bandas es aleatorio. Un dato a tener en cuenta: quedan a la vista las
diferencias no solo musicales, sino también profesionales de las bandas. Viendo
en relación uno se da cuenta por qué Babasónicos está donde está en la escena
local o por qué Los Piojos entraron a la categoría de “banda de estadio”, por
ejemplo.
En
fin, Que Sea Rock nos pasea por una gran porción de lo que es hoy este
movimiento que conmueve a comunicadores de toda Latinoamérica. Decimos “gran
porción” porque no podemos pasar por alto que faltan pesos pesados del Rock
Nacional: falta La Renga (una de las bandas más populares del país en aquel momento), falta
Luis Alberto Spinetta (padre fundador del Rock acá), faltan el Indio
Solari y Skay Beilinson (en el pasado comandantes del fenómeno llamando
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, en 2006 ya solistas en actividad y con un
alto grado de convocatoria), y falta Divididos (la aplanadora de esta
historia).
La masividad con la que cuenta el Rock Argentino en este nuevo milenio no presenta fisuras. El género crece, las bandas surgen una tras otra y el público se multiplica. Por eso, cuando algunos consideran a Que Sea Rock como el fin de la saga, a modo de trilogía, no podemos aventurarnos a acuñar tal epíteto. Los cineastas pueden dormir tranquilos, que por décadas tendrán en el Rock Nacional mucho material que documentar. Por suerte.
La masividad con la que cuenta el Rock Argentino en este nuevo milenio no presenta fisuras. El género crece, las bandas surgen una tras otra y el público se multiplica. Por eso, cuando algunos consideran a Que Sea Rock como el fin de la saga, a modo de trilogía, no podemos aventurarnos a acuñar tal epíteto. Los cineastas pueden dormir tranquilos, que por décadas tendrán en el Rock Nacional mucho material que documentar. Por suerte.
ESCENA IMPERDIBLE I: Imágenes de archivo. En un estudio de grabación,
Juanse de los Ratones Paranoicos y el gran Pappo juegan con un oso de peluche,
saltan, ríen, cantan para terminar desparramados en el suelo. Pappo no puede
levantarse, se ríe, y todos nos reímos con él.
ESCENA IMPERDIBLE II: Piti de Intoxicados. Recorre en un remís su barrio y
tiene problemas para decirle al remisero para donde tiene que doblar.