De vez en vez, de vez en cuando...cada tanto: Voy a subir a este espacio notas firmadas por mi persona que fueron publicadas en la Revista Filo Rock, de la cual participo como colaborador. La Filo tiene ya más de un año y esta creciendo a pasos agigantados. La llevan adelante grandes personas con grandes ideas... por eso la cosa funciona. A continuacion, mi "review" del show de Roger Waters en River este año. La nota salió publicada en el tomo de abril de la Filo.
Estadio River Plate – 17 y 18 de marzo de 2007
WATERS EN EL CIELO CON DIAMANTES (locos)
Un despliegue escénico impecable, sumado a música exquisita no podía ser otra cosa que “brillante”. Dos noches a monumental lleno demostraron que la segunda visita de “Mr Pink Floyd” a la Argentina no pasó inadvertida y que su música goza de plena salud en nuestro inconciente colectivo.
Ante la ausencia de Pink Floyd en nuestra vasta trayectoria como anfitriones internacionales, quien fue su fuerza motriz creativa en los años dorados, nos visitó por segunda vez, con mayores argumentos que en 2002 para quedarse con nuestro dinero. Ingresar aquellos días al monumental helaba la sangre con solo mirar el stage.
Una pantalla, de excelente (excelente!!!) definición, nos mostraba desde el fondo del escenario una radio vintage, una botella de vodka y un cenicero. La aparente fotografía impacta. Cuando segundos después aparece una mano gigante a cambiar el dial nuestro asombro aumenta y se nos hace agua la boca de solo pensar en que en un rato ahí arriba va a haber músicos de primer nivel, interpretando piezas oníricas que, por supuesto, amamos.
Pasan las horas y la misteriosa mano se sirve vodka, toma un cigarro y busca canciones, hasta que encuentra un “silencio”. Las luces se apagan al fin. El estadio ruge complacido. Roger aparece con gesto cálido, saludando a sus fieles. De aquel hombre rígido, de apariencia malhumorada y pesimista, queda poco… nos regala una enorme sonrisa. Comienza la velada. En Persona suena River a pleno, con imágenes alegóricas que nos llevan a The Wall y efectos sonoros que nos expulsan a la estratosfera al instante. El sonido es excelente (excelente!!!) y disfrutamos de Mother y de la espectacular versión de Set The Controls For de Heart of The Sun (con fotografías en blanco y negro de los Early Years de Floyd proyectadas de fondo). Sonó Shine On You Crazy Diamond y en el aire, lleno de burbujas, se hace presente el aura de Syd Barret, otrora lider psicodélico de la banda británica, fallecido hace algunos meses. Have a Cigar da paso a Wish You We Here, un deseo, hasta hace algunos años imposible, que hoy estábamos cumpliendo muchos. Los años pasaron y los encendedores fueron reemplazados por teléfonos celulares. Sin darnos cuenta, el show se había tornado intimo y, si no fuera por el imponente entorno, juraríamos que estábamos en el living de casa, cuando Waters tocó Southampton Dock y The Fletcher Memorial Home, dedicada a su padre fallecido en Anzio, Italia en la Segunda Guerra Mundial. La Guerra. Tema recurrente en el repertorio del inglés. Obsesión militante que hizo que esta gira sea, en realidad, un directo alegato contra ella. Contra G.W. Bush especialmente. El show tiene un Perfecto Sentido, nos deja hipnotizados y Leaving Beirut interpela directamente al líder del Imperio. Por un momento estamos en la tierra. Vinimos a volar y Roger Waters nos pega una bofetada hablándonos de lo real, de lo que pasa en esta ilusoria aldea global… Pero eso no era todo.
El viaje empezó cuando terminaba la primera parte. Cuando sonó la granja de Sheep fue como estar en un avión que empieza a carretear. La potente obra sirvió de excusa para el despegue. Para que en el escenario aparezcan lenguas de fuego (literalmente) y para que Roger nos presente a su cerdo volador, innovadora pancarta que se paseo por sobre nuestras cabezas durante minutos mientras entrábamos en un sueño maravilloso. Finalizo la primera parte. Waters nos da un respiro de 15 minutos. Todavía no había pasado lo mejor. Nos deja en compañía de una hermosa luna que irá acercándose a nosotros hasta que la banda vuelva al escenario.
Luces fuera. Latidos. De un tirón rozamos un satélite y estamos suspendidos en el aire, mientras suena Breathe. Si ver a los Stones era bajar al infierno, esta noche, definitivamente estábamos en el cielo. Empezaba la interpretación de The Dark Side Of the Moon. En La Carrera, la nueva mezcla nos aturdió los sentidos. El sonido cuadrafónico y el licuado de color en la pantalla nos hacen ganar altura. Nunca vivimos algo así. Era Tiempo de bajar. Cuando creíamos que lo lográbamos fuimos invitados a un Gran Baile en el Cielo y entre nubarrones, rayos y una voz de color increíblemente bella dejamos caer alguna lágrima. Rockeamos con Waters y Cia. en Money, mientras un vinilo giraba omnipresente, retrotrayéndonos a los dorados 70´s. Estábamos ahí, Nosotros y Ellos…
Mientras elegíamos un Color que nos gustara la banda nos maravilló, sonando realmente fiel a aquel Pink Floyd de 1973. Un prisma gigante comenzaba a llamar nuestra atención justo arriba de la cabeza del maestro de esta gran ceremonia. A esa altura nuestro organismo ya sufría un hermoso Daño Cerebral. Cuando llegó el Eclipse un enorme rayo de luz atravesó el prisma, que desplegó todos sus colores, bañando River de música exquisita sintetizada en un rayo láser, sumergiéndonos en un sueño del que no querríamos despertar jamás…
Ha terminado la segunda parte del show y nadie piensa en irse. Acabamos de vivir el mejor show de nuestras vidas. Ovacionamos al responsable, que nos presenta a sus socios. El show sigue señores… todavía faltan cinco soberbias canciones. Suben chicos al escenario… es una señal: “Education”. Trona un helicóptero y The Happiest Days of Our Lives despabila al estadio que todavía no se repone de la visita al Lado Oscuro. Another Brick in The Wall (parte dos), uno de los pocos “Hits” tradicionales que tiene Waters en su curricula nos hace batir palmas en el único momento de frivolidad (disfrutada, por supuesto) de la noche. Pero los genios no acostumbran coronar así su obra. Sorpresivamente aparece Vera Lynn, aquella actriz que entretenía a las tropas en la Segunda Guerra y Roger grita nuevamente su deseo de que Traigan a los Chicos a Casa. Una vez más fuegos (cañonazos). Mr Pink Floyd nos sigue conmoviendo. Y tiene un último obsequio para esta audiencia: Confortably Numb, arde el estadio. Y ese colofón es el broche de oro para una noche más que perfecta…
"El Duque Negro"
Estadio River Plate – 17 y 18 de marzo de 2007
WATERS EN EL CIELO CON DIAMANTES (locos)
Un despliegue escénico impecable, sumado a música exquisita no podía ser otra cosa que “brillante”. Dos noches a monumental lleno demostraron que la segunda visita de “Mr Pink Floyd” a la Argentina no pasó inadvertida y que su música goza de plena salud en nuestro inconciente colectivo.
Ante la ausencia de Pink Floyd en nuestra vasta trayectoria como anfitriones internacionales, quien fue su fuerza motriz creativa en los años dorados, nos visitó por segunda vez, con mayores argumentos que en 2002 para quedarse con nuestro dinero. Ingresar aquellos días al monumental helaba la sangre con solo mirar el stage.
Una pantalla, de excelente (excelente!!!) definición, nos mostraba desde el fondo del escenario una radio vintage, una botella de vodka y un cenicero. La aparente fotografía impacta. Cuando segundos después aparece una mano gigante a cambiar el dial nuestro asombro aumenta y se nos hace agua la boca de solo pensar en que en un rato ahí arriba va a haber músicos de primer nivel, interpretando piezas oníricas que, por supuesto, amamos.
Pasan las horas y la misteriosa mano se sirve vodka, toma un cigarro y busca canciones, hasta que encuentra un “silencio”. Las luces se apagan al fin. El estadio ruge complacido. Roger aparece con gesto cálido, saludando a sus fieles. De aquel hombre rígido, de apariencia malhumorada y pesimista, queda poco… nos regala una enorme sonrisa. Comienza la velada. En Persona suena River a pleno, con imágenes alegóricas que nos llevan a The Wall y efectos sonoros que nos expulsan a la estratosfera al instante. El sonido es excelente (excelente!!!) y disfrutamos de Mother y de la espectacular versión de Set The Controls For de Heart of The Sun (con fotografías en blanco y negro de los Early Years de Floyd proyectadas de fondo). Sonó Shine On You Crazy Diamond y en el aire, lleno de burbujas, se hace presente el aura de Syd Barret, otrora lider psicodélico de la banda británica, fallecido hace algunos meses. Have a Cigar da paso a Wish You We Here, un deseo, hasta hace algunos años imposible, que hoy estábamos cumpliendo muchos. Los años pasaron y los encendedores fueron reemplazados por teléfonos celulares. Sin darnos cuenta, el show se había tornado intimo y, si no fuera por el imponente entorno, juraríamos que estábamos en el living de casa, cuando Waters tocó Southampton Dock y The Fletcher Memorial Home, dedicada a su padre fallecido en Anzio, Italia en la Segunda Guerra Mundial. La Guerra. Tema recurrente en el repertorio del inglés. Obsesión militante que hizo que esta gira sea, en realidad, un directo alegato contra ella. Contra G.W. Bush especialmente. El show tiene un Perfecto Sentido, nos deja hipnotizados y Leaving Beirut interpela directamente al líder del Imperio. Por un momento estamos en la tierra. Vinimos a volar y Roger Waters nos pega una bofetada hablándonos de lo real, de lo que pasa en esta ilusoria aldea global… Pero eso no era todo.
El viaje empezó cuando terminaba la primera parte. Cuando sonó la granja de Sheep fue como estar en un avión que empieza a carretear. La potente obra sirvió de excusa para el despegue. Para que en el escenario aparezcan lenguas de fuego (literalmente) y para que Roger nos presente a su cerdo volador, innovadora pancarta que se paseo por sobre nuestras cabezas durante minutos mientras entrábamos en un sueño maravilloso. Finalizo la primera parte. Waters nos da un respiro de 15 minutos. Todavía no había pasado lo mejor. Nos deja en compañía de una hermosa luna que irá acercándose a nosotros hasta que la banda vuelva al escenario.
Luces fuera. Latidos. De un tirón rozamos un satélite y estamos suspendidos en el aire, mientras suena Breathe. Si ver a los Stones era bajar al infierno, esta noche, definitivamente estábamos en el cielo. Empezaba la interpretación de The Dark Side Of the Moon. En La Carrera, la nueva mezcla nos aturdió los sentidos. El sonido cuadrafónico y el licuado de color en la pantalla nos hacen ganar altura. Nunca vivimos algo así. Era Tiempo de bajar. Cuando creíamos que lo lográbamos fuimos invitados a un Gran Baile en el Cielo y entre nubarrones, rayos y una voz de color increíblemente bella dejamos caer alguna lágrima. Rockeamos con Waters y Cia. en Money, mientras un vinilo giraba omnipresente, retrotrayéndonos a los dorados 70´s. Estábamos ahí, Nosotros y Ellos…
Mientras elegíamos un Color que nos gustara la banda nos maravilló, sonando realmente fiel a aquel Pink Floyd de 1973. Un prisma gigante comenzaba a llamar nuestra atención justo arriba de la cabeza del maestro de esta gran ceremonia. A esa altura nuestro organismo ya sufría un hermoso Daño Cerebral. Cuando llegó el Eclipse un enorme rayo de luz atravesó el prisma, que desplegó todos sus colores, bañando River de música exquisita sintetizada en un rayo láser, sumergiéndonos en un sueño del que no querríamos despertar jamás…
Ha terminado la segunda parte del show y nadie piensa en irse. Acabamos de vivir el mejor show de nuestras vidas. Ovacionamos al responsable, que nos presenta a sus socios. El show sigue señores… todavía faltan cinco soberbias canciones. Suben chicos al escenario… es una señal: “Education”. Trona un helicóptero y The Happiest Days of Our Lives despabila al estadio que todavía no se repone de la visita al Lado Oscuro. Another Brick in The Wall (parte dos), uno de los pocos “Hits” tradicionales que tiene Waters en su curricula nos hace batir palmas en el único momento de frivolidad (disfrutada, por supuesto) de la noche. Pero los genios no acostumbran coronar así su obra. Sorpresivamente aparece Vera Lynn, aquella actriz que entretenía a las tropas en la Segunda Guerra y Roger grita nuevamente su deseo de que Traigan a los Chicos a Casa. Una vez más fuegos (cañonazos). Mr Pink Floyd nos sigue conmoviendo. Y tiene un último obsequio para esta audiencia: Confortably Numb, arde el estadio. Y ese colofón es el broche de oro para una noche más que perfecta…
"El Duque Negro"
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