Estamos acá. ¿Para qué? Quien lo sepa, no dude en postear la respuesta. Muchas veces, surge preguntar si la vida termina acá, si empieza acá.... o si esto no es vida, y lo que es vida es lo que sigue... esta última opción, bastante optimista.
Lo cierto es que nos pasamos alrededor de 7o años vagando por este lugar. La vida terrenal suele durar eso, en el mejor de los casos, claro. No es novedad que la parca puede venir a buscarte antes, sin avisar. Pero no quiero hablar de la muerte. Quiero hablar de la vida.
A veces, la vida genera más miedo que la muerte. Eso es lo paradójico.
La muerte.... no la conocemos cara a cara. Pero sabemos como es... nuestros cuerpos son perecederos. Eso es una realidad ineludible, por más que la ciencia ficción se empeñe en generar espectativas con respecto a lo contrario. Nadie quiere contradecir a los mandatos de lo natural. Todos nacimos para algún día enfrentarnos a nuestro final material. Al menos en este plano. Y no es tan grave el final.
Lo grave es no transitar el camino por donde uno quiere transitarlo. Acá está la clave de lo que quiero expresar.
A veces caemos en el error de cuantificar la vida en años.... en edades, en ciclos de estudio y en períodos. Yo creo que la vida pasa a través de las experiencias. Vivencias que a uno le dejan huellas. De ellas aprendemos... cosas buenas y malas. Parece que justifico algo...jaja... pero no. Puedo asegurar que se aprenden más cosas de las pequeñeses de las andanzas... que de los grandes cambios.
Cuando menos te imaginas, pasan cosas que te satisfacen... más que los éxitos mundanos. Ahora estoy en un lugar que soñé de pequeño con tener: estoy en una habitación, rodeado de equipos, guitarras, baterías. Las paredes están cubiertas de cartón y fotos de artistas que admiro. El techo se encuentra oculto detrás de unas viejas frazadas, dispuestas para amortiguar altos decibeles que escupen grandes bafles. Y es lo que siempre soñé. Pasaran los años, y este lugar va a ser mi cueva... mi lugar. Por más que parezca un delirio de un adolecente de 15 años. Tengo 24 y sigo disfrutando de mi sala de ensayos como un píbe. Podre desarrollar muchas facetas de mi vida en otros ámbitos... no estudié para esto. Es cierto. Pero este rincón en el mundo va a estar siempre.
Acá voy a combatir los peores temores que me surgen en este extraño camino llamado VIDA. Camino que transitamos todos, sin excepción. Algunos con más aire, otros con menos.
Extraño camino, en el que los triunfos son efímeros... y las desgracias eternas. Si uno se deja encandilar por esta realidad, puede hipotecar su felicidad. La propuesta es identificar esos triunfos, mínimos a la percepción. Disfrutar de las pequeñas gratificaciones. Capitalizarlas. Estoy seguro que superan en número a las pérdidas, a las desgracias. Si podemos disfrutar de esos buenos momentos... no queda más remedio que sonreír...
Y si sonreís, nada malo puede pasar.
El Duque Negro
Lo cierto es que nos pasamos alrededor de 7o años vagando por este lugar. La vida terrenal suele durar eso, en el mejor de los casos, claro. No es novedad que la parca puede venir a buscarte antes, sin avisar. Pero no quiero hablar de la muerte. Quiero hablar de la vida.
A veces, la vida genera más miedo que la muerte. Eso es lo paradójico.
La muerte.... no la conocemos cara a cara. Pero sabemos como es... nuestros cuerpos son perecederos. Eso es una realidad ineludible, por más que la ciencia ficción se empeñe en generar espectativas con respecto a lo contrario. Nadie quiere contradecir a los mandatos de lo natural. Todos nacimos para algún día enfrentarnos a nuestro final material. Al menos en este plano. Y no es tan grave el final.
Lo grave es no transitar el camino por donde uno quiere transitarlo. Acá está la clave de lo que quiero expresar.
A veces caemos en el error de cuantificar la vida en años.... en edades, en ciclos de estudio y en períodos. Yo creo que la vida pasa a través de las experiencias. Vivencias que a uno le dejan huellas. De ellas aprendemos... cosas buenas y malas. Parece que justifico algo...jaja... pero no. Puedo asegurar que se aprenden más cosas de las pequeñeses de las andanzas... que de los grandes cambios.
Cuando menos te imaginas, pasan cosas que te satisfacen... más que los éxitos mundanos. Ahora estoy en un lugar que soñé de pequeño con tener: estoy en una habitación, rodeado de equipos, guitarras, baterías. Las paredes están cubiertas de cartón y fotos de artistas que admiro. El techo se encuentra oculto detrás de unas viejas frazadas, dispuestas para amortiguar altos decibeles que escupen grandes bafles. Y es lo que siempre soñé. Pasaran los años, y este lugar va a ser mi cueva... mi lugar. Por más que parezca un delirio de un adolecente de 15 años. Tengo 24 y sigo disfrutando de mi sala de ensayos como un píbe. Podre desarrollar muchas facetas de mi vida en otros ámbitos... no estudié para esto. Es cierto. Pero este rincón en el mundo va a estar siempre.
Acá voy a combatir los peores temores que me surgen en este extraño camino llamado VIDA. Camino que transitamos todos, sin excepción. Algunos con más aire, otros con menos.
Extraño camino, en el que los triunfos son efímeros... y las desgracias eternas. Si uno se deja encandilar por esta realidad, puede hipotecar su felicidad. La propuesta es identificar esos triunfos, mínimos a la percepción. Disfrutar de las pequeñas gratificaciones. Capitalizarlas. Estoy seguro que superan en número a las pérdidas, a las desgracias. Si podemos disfrutar de esos buenos momentos... no queda más remedio que sonreír...
Y si sonreís, nada malo puede pasar.
El Duque Negro
1 comentario:
TRIUNFO 1: TENER ESTOS AMIGOS QUE TENGO.
GRATIFICACIÓN: MUCHAS. ENTRE ELLAS LEER SUS PALABRAS UN DOMINGO POR LA NOCHE... Y NO PODER DEJAR DE SONREIR... PARA MÍ ESO ES MUY GRATIFICANTE... CUANDO HAY ESA CONEXIÓN, LA MUERTE SE HACE NADA...
Y LA VIDA TRANSPARENTE, CLARA...
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